Mirando al mar

Mirando al mar

Lo encontré practicando el atávico juego de ser estatua de ojos grandes. Estremeciéndome al reconocer mi soledad en la de otro, espejo polimórfico, donde reflejar el corazón caleidoscópico: certeza que es real y que es mito. Frente a unas olas que embisten, observando el horizonte y soñando con él. Hay una mujer sola que te mira sin ser vista, cámara en mano. Y que desea que nunca nadie agreda tu soledad, tu tristeza, tus renuncias, tus nostalgias, tus esfuerzos, tu desesperanza, tu lucha, tus posibles alegrías, tus sueños.

Lágrimas en la lluvia

Lágrimas en la lluvia

«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

Sólo veo un charco

Sólo veo un charco

Discípulo y maestro caminaban cabizbajos un domingo lluvioso.
– Maestro, ¿tienen las piedras sentimientos? ¿Y memoria?.
El maestro pensó que su alumno estaba a punto de caramelo para leer a Coelho y entenderlo. Suspiró y le dijo con voz de locutor de tele tienda.
– Mira al suelo. Proyecta la imagen del paraíso y verás…
El pupilo miró al suelo y vio en el espejo de agua el cielo reflejado de la ciudad que le había visto nacer. Pensó en sí de alguna forma quedaría esa imagen impregnada al evaporarse el agua y si otros la intuirían cuando ya no existiera. ¿Existe sólo lo evidente? Pensó en cuantas imágenes debía haber visto ese empedrado, en los pasos perdidos, en las sombras y las luces, en la inalcanzable quimera de tener el cielo en la tierra. Luego se avergonzó por pensar esas cursiladas siendo ingeniero químico y no habiendo leído a Bucay lo suficiente.
– Veo sólo un charco, moléculas de hidrógeno y oxígeno con orín de perro -le dijo a su mentor un minuto después.
– Be water, my friend… -sonrió el sabio, conocedor que con vagas palabras se consigue un efecto mayeutico. ¿Entendería el otro que la revelación del día consistía en ser capaz de convertirse en espejo líquido y reflejar lo que el universo conspira para poner frente a ti? ¿Que el agua tiene varios estados? ¿Que la energía no se destruye? ¿Que no les entra agua en los ojos a los peces?
– Sensei, yo sólo veo un charco…
– Pues pequeño saltamontes, la respuesta está en la Epístola de Coelho a los seguidores del Corintians incluyendo la nota al editor pidiendo un adelanto para el Maserati.

Ljus barn

Ljus barn

Acabo de leer la palabra sueca «Ljus barn», que quiere decir niño luminoso o criatura de luz. Inevitable pensar en mi criatura luminosa, donde quiera que estés, hagas lo que hagas. Hombre de fuego encarando la lluvia en los ojos que provoca el acantilado de tus múltiples abismos que son míos. Recupero esta foto que me evoca a un anciano desvaneciéndose entre las hojas de un libro, que huele a vino y a complicidad, a rinocerontes y azogues de mercurio reflejando el Norte. Pienso en la brújula de Teodoro que alguien dejó una noche real en un umbral en penumbra. Y en su dueño sabiendo que no está solo y que pase lo que pase navegar es preciso

Ubicuidades

Ubicuidades

Me pregunto si, mientras disparamos una fotografía, somos conscientes que tal vez alguien desconocido para nuestro «yo» actual nos aguarda en el futuro para aprehenderla y sentirla suya de alguna forma que ignoramos en ese instante. Y me cuestiono si la inmediatez de nuestra angustia nos hace olvidar que quizás dentro de un puñado de años ese alguien abanderará, acariciará o se estremecerá con este momento de soledad en blanco y negro. Con suerte incluso nos dirá mirándonos a los ojos: «también es mía esa carga de gloria y miseria.» Me gusta pensar que tal vez el futuro del que hablo ya esté siendo el presente de alguien en este preciso instante y que hoy algún buscador de soledades ya debe conocer a ese extraño ser que abraza su pasado con lealtad metabólica y cauterizadora

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