Azul

Azul

El azul siempre me ha parecido un color cauterizador. No tengo una explicación racional que lo justifique (¿existe un traductor que verbalice los meta lenguajes íntimos?), como tampoco porqué el lila me recuerda a mi adolescencia o el blanco y negro es mi zona de confort en mi época adulta. Simplemente es así y me gusta que así sea. De ahí que esta foto (tomada en una época de reconstrucción) sea una declaración de principios que tal vez sólo signifique algo positivo para mí… Y por lo tanto me permito el lujo de decir que me gusta especialmente.

Saltos

Saltos

Saltar. Abajo queda tu sombra, nítida, parte de ti. Arriba flota el vértigo de sentir por un momento que vuelas. Y debes. Y volverás a hacerlo. Aunque te caigas. Acumulando cicatrices de cada porrazo, con el miedo del portero al penalty haciéndote temblar las piernas. O tal vez precisamente de eso se trata.

La roca de los suicidas

La roca de los suicidas

En el pueblo conocían aquel mirador como la Roca de los Desesperanzados.

El alcalde había hecho colocar allí una fría lápida con el decálogo de «las cosas que me hacen feliz» para reducir el número de suicidios que se producían. El efecto había sido el contrario porque, con frecuencia, quien veía aquella lista sólo reforzaba su desdicha y acababa por recordar los motivos que le habían llevado a precipitarse al abismo.

Nunca se supo quien había iniciado la tradición de anotar junto a aquella lista frases de despedida. Palabra a palabra el mirador se había poblado del eco de aquellos cuyo ánimo les presentaba como imposible lo que deseaban. Ella acarició con los dedos una de esas frases: «Tú sólo tienes que decirme salta que yo te diré qué tan alto».

Lealtad, confianza y amor sin fisuras. Incondicional. Ahora que había llegado hasta allí sólo quedaba aguardar a lo que aspiran quienes no tienen esperanza: lo imprevisible, la disolución de la búsqueda de la luz. La nada. El fundido en negro. Mientras miraba a un horizonte sin tornillos la vio a lo lejos y se oscurecieron los pedazos de su corazón hinchado que aún latían por inercia.

Allí estaba: su soledad. Agarró un bolígrafo y añadió con determinación y una lágrima imposible su frase de despedida: «Tú has llegado a mi vida para quedarte».

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