Plaza Nueva Bilbao I

Plaza Nueva Bilbao I

En la plaza nueva todo es viejo, especialmente mi capacidad de seguir esperándote. Tal vez no vuelvas, quizás nunca viniste en realidad pero sé que en la forma de mis hombros de hombre solo y cansado se dibuja un arco del triunfo donde queda aún la fuerza y la ilusión para seguir viniendo cada día a ver pasar las horas de tu ausencia.

Aquí fuimos

Aquí fuimos

En algunos países los bancos tienen placas que recuerdan a personas o acontecimientos vividos allí.

Sin embargo, no hay ningún «in memoriam» en estos dos asientos que nos hable de todo lo que sucedió entre ellos aquel viernes. Ni una sola palabra sobre la ceguera del fracaso, tan amargo como un melón que nunca debió florecer en la mata. Sí, hay lugares anónimos y perdidos cuyas historias tal vez es mejor mantener en secreto, sólo al alcance de aquellos iniciados que quebraron esa tarde el binomio y se convirtieron en dos papanatas devorando un gazpacho sin picatostes. Aquella extraña pareja de dislexias tartamudas hacía días que no se veía.

Huyendo del alcohol y sus efectos, acabaron frente a frente en aquellos bancos donde Ella había estado algunas veces apurando cigarrillos clandestinos mientras era incapaz de derramar una sola lágrima. Se conocían bien, por eso sabía que no aceptaría una coacción. Conocía cuál iba a ser su reacción, que lo consideraría un ultimátum intolerable y por lo tanto la rechazaría. Decidió como buena snipper, asegurar el disparo al escupirle que había conseguido destrozar su vida y forzarle a elegir sabiéndose perdedora… en su mente (y es inopinado juzgar sus mecanismos) provocar aquel dolor, convertir en fractura liberadora aquel final, no era más que un acto de amor. Sabía que, de lo contrario, seguiría viéndole diluirse entre equilibrismos, abismos y reproches. Tal vez fue un momento de esos cuya ternura es invisible, incomprensible, absurda y sólo son capaces de entender quienes han sentido que hacen lo correcto por alguien. Aunque duela, aunque vaya contra nuestros impulsos.

Tengo la certeza que en estos dos bancos se ha sentado más de uno que sabe de qué color es su sangre y qué se oculta tras una sonrisa etrusca. Ayer. Hoy. Mañana. Habrá quien sepa lo que se esconde en el callejón de los adverbios.

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