El día D

El día D

Y ahí vas Tú, caminando, sin saber que Aquel (y no otro) iba a ser el día más feliz de toda tu vida. Paseabas tu soledad de pasos cansados. Como sólo se hace cuando se es ajeno a que te espera ese momento en la vida tan hermoso que en el futuro se convierte en el de tu nostalgia. Ese instante atemporal y eterno en el que todo encaja incluso llevando ropa interior con rajita de canela, un puñado de descosidos en el corazón y el imperioso y desconocido deseo de volver a sentir esa sensación

Objetos perdidos

Objetos perdidos

Hoy llorabas en silencio durante el vuelo. Hemos compartido sólo una hora y sé que no volveré a verte jamás. Para tu tranquilidad te diré que aunque me cruzase contigo de nuevo sería incapaz de reconocerte. Así que tus lágrimas están a salvo y quedan entre el reposabrazos de mi asiento 28A y el tuyo 28B.

¿Sabes? Yo iba en mi propio mundo con el corazón removido e inquieto y no te había hecho mucho caso. No recuerdo ni haberte mirado cuando te has levantado permitiéndome llegar hasta mi plaza junto a la ventanilla. Pero poco después el movimiento de tu brazo me ha bajado de las nubes a la realidad física que me rodeaba. Y te he visto secándote las lágrimas con el dorso de la mano. No habías emitido ni un sonido, ni una tos, ni un movimiento. Me atrevería a decir que probablemente no has modificado tu expresión corporal desde el despegue al aterrizaje. Ahí estabas, sosteniendo en una mano el móvil y con la otra pasabas, una a una, una colección de fotos. Sólo dejabas ese repaso cuando tenías que enjugarte las lágrimas. No he podido evitar fijarme en la imagen de la misma mujer rubia, siempre sonriendo a la cámara. Debe tener mi edad. ¿Era Tu Hermana? ¿Tu Mujer? ¿Tu Amante? ¿Tu Amiga? ¿Tu Amor imposible? ¿Este viaje te aleja de ella y te acerca a una realidad que te hace infeliz? ¿Está enferma? ¿Eres tú quien lo estás y no te has atrevido a decírselo? ¿Ha sido una despedida?

Me he recriminado (pero no muy severamente) estar fabulando con tu tristeza. Perdóname. Soy una coleccionista de historias que nunca escribiré. Al menos así me justifico ante mí misma cada vez que a diario me siento una voyeur de emociones anónimas. Para acabar de rematarlo también colecciono soledades. Y la tuya, caminando frente a mí esta mañana me ha emocionado: ¿Ibas a recoger tu máscara que habías dejado en Consigna para sobrevivir a su ausencia? ¿O esperabas encontrar en Objetos Perdidos esa parte de tí que sólo late cuando estás con ella?

Sonreír en analógico

Sonreír en analógico

Esperábamos el autobús para ir a nuestros respectivos trabajos. Ella escribía un mensaje de whatsapp y prácticamente me ignoraba. Cuando terminó de teclear levantó la cabeza y echó un vistazo a su alrededor inhalando aire con fuerza. Conozco bien a mi hermana: treinta y nueve años de experiencia me avalan como experta en la materia. Siempre hace ese gesto hiperventilándose cuando (según su propia expresión) «se le hincha el corazón» porque ve algo hermoso. Frente a nosotras, el rebote de un rayo de sol sobre una cristalera provocaba un haz de luz que iluminaba medio rostro de una mujer que sostenía un libro abierto.
– «¿Te has fijado? ¡sonríe mientras lee! Me gusta ver que aún hay gente que sonríe en analógico, sin un móvil de por medio.»

Ésa es mi hermana: creadora de expresiones extravagantes, tesorera de emociones sutiles e inflamaciones cardíacas de las que no aparecen en los tratados de medicina.

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