por Emilia | Ene 17, 2018 | barcelona, cielo, color, micro relatos
-“Ya me contarás algún día quién te robó a ti el corazón…”
Cierro los ojos y siento el alivio que proporciona la oscuridad a los niños pequeños cuando al cerrarlos desaparecen del mundo. ¡No estoy! ¡No voy a responder!
Sonrío. Más por la inercia de ponerme una máscara que por felicidad o bienestar. En realidad estoy, como diría Marcellus en Pulp Fiction, a mil jodidas millas de estar bien. O al equivalente en milímetros de la distancia que separa tu cuerpo del mío.
Pienso a gritos en Tu nombre aunque para el mundo exterior apenas emito un suspiro. Abro los ojos. Recuerdo el insomnio atroz que me empuja de madrugada a escapar de casa para ver amanecer. El mar y mi voz invocándote entre la bruma que acaricia los escollos.
– “… porque a veces tú también destilas tristeza y melancolía…” -escucho al otro lado del auricular.
Hace rato que no presto atención a esta llamada. Te pienso. Tú y sólo Tú teniendo las respuestas a preguntas que ni sabía ser capaz de formular. Tú riendo. Tú al teléfono. Tu cepillo de dientes junto al mío. Tu ropa interior siempre negra. Tú. Tus cartas. Tu letra. Tú.
– “A mi el corazón me lo robaron hace tiempo” -me sorprende oír mi voz pronunciando esas palabras pero aparento calma y observo la foto que he hecho para ti esta mañana.
Hacia frío y gritar tu nombre hasta que se me han saltado las lágrimas ha evitado que nadie se acercara a mi. Mira esa loca, habrán pensado los pocos seres humanos que estaban en la playa a esa hora. Tu nombre como talismán ante posibles asaltantes. Tu nombre como conjuro, estandarte y plegaria.
– “¿Me oyes?¿Hola?”
Cuelgo el teléfono sabiendo que tengo unos segundos para apagarlo antes de recibir la llamada. Ya me excusaré, hoy en día las baterías no duran nada. Atardezco mientras el móvil se queda sin luz y me invade una sola certeza: todo lo que ha habido antes, durante y después de Ti han sido sólo notas a pie de página.
por Emilia | Ene 15, 2018 | micro relatos, noruega, postales noruegas, viajes
-“¿Alguien de los presentes sabe latín?”
Siempre que llegas al muro sur de la catedral haces la misma pregunta. Sueles añadir, dirigiéndote con mirada pícara a las más ancianas, que no te sirve que “sepan latín”. No falla nunca el tempo: algunas sonrisas y sólo entonces sigues tu discurso.
– “Laurentius celvi anus Petri” – recitas solemnemente señalando la inscripción en la roca – “O lo que es lo mismo: que nuestro amigo Lorenzo era el culito de Pedro”.
Recuerdo que cuando te escuché decir eso la primera vez se me escapó la risa. Poco sabía entonces lo sugerente que podría llegar a sonar la palabra culito en tu voz.
– “Ningún otro guía os traerá hasta aquí para ver esta inscripción. Algunos estudiosos le han llamado el «primer graffiti gay» de la historia, supongo que esperan atraer al turismo gay a Trondheim… aunque deberían llamarlo más bien el primer graffiti homófobo.» – te encoges de hombros y prosigues hablando, esta vez con un tono épico – «Todo se remonta a 1290, en tiempos del arzobispo Jørund. Hubo una disputa con los sacerdotes en aquella época, tan grave que envió a su hombre de confianza Laurentius Kàlfsson (en noruego moderno Lars Kalvsønn, como el central del Rosenborg) para comunicar a los monjes rebeldes su excomunión de la santa madre iglesia.”
Ahora es cuando cuentas que aquello no sentó nada bien, que la tomaron con el mensajero: le desnudaron y apalearon con bolas de nieve al pobre Laurentius. Si no hubiesen llegado las tropas mercenarias leales al arzobispo quién sabe qué hubiera sido de él. Añades esta escena del desnudo en la nieve cuando el tour es en invierno y está todo blanco alrededor. Provoca una empatía en los oyentes que, ateridos de frío, comprenden al bueno de Lorenzo y anhelan saber más de su aventura. «Psicología básica de manipulación del oyente por Arvid Dahl» – sueles llamarle a eso.
– “El odio hacia Lars se instaló en los corazones de toda la congregación de la catedral de Nidaros” – continuas acercándote a la piedra- “y fue ya despiadado cuando la batalla entre los monjes rebeldes y el arzobispo se decantó a favor de los primeros. Entre los seminaristas y alumnos de Trondheim, sabiéndose victoriosos, se hizo muy habitual realizar escarnio del pobre Lars. Muy probablemente fuese alguno de los aprendices de la catedral quien esculpió este mensaje ridiculizándole públicamente… a él y al gran olvidado de la historia: el misterioso Petri”.
Respiras profundo. Es una de las partes que más me gusta: ver cómo cambias la trama y con un toque maestro les diriges embelesados al frontal de la catedral.
– “En cuanto a quién era Petri, aquí historia y leyenda se confunden…adelante, por favor,» -invitas al grupo con un gesto apenas perceptible- «lo que les contaré ahora les va a dejar sin palabras”.
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