«Nunca verás un amanecer tan hermoso como Tú».
Ésa ha sido tu respuesta cuando te he enviado esta foto. Y me he sentido tan abrumada que sólo he acertado a enviarte ese emoticono al que se le cae la baba y que tanto te gusta.
Y sigo aquí, sin contarte aún que, al pasar junto a la guardería, he visto a los niños que salían agarrando con sus manitas la cuerda y he pensado en los vínculos entre seres humanos y cómo a veces no se rompen aunque pase el tiempo. Tampoco que he estado en esa tienda de ropa que tanto te gusta ni que me preocupa ver a mi madre llorando cuando piensa que nadie la ve. Ya me lees, amor, aún padezco esa timidez repentina y efímera en algunas situaciones aunque los años y las decepciones me han enseñado a ser fría y distante cuando algo me hace daño. No te he contado que cada vez duelen menos las cicatrices invisibles que sembraron algunas personas en mi vida. Que sé lo que no quiero y lo digo. Que no me asusta decir lo que siento y lo que necesito.
¿Alguna vez te he hablado de la fuerza centrífuga que me nace aquí dentro o de lo mucho que me gustan las tormentas y lo poco el parpadeo de un relámpago (porque sé que tras el relámpago, viene el rugido del trueno)?.
Divago.
Al menos estoy segura que no necesitas que te cuente la seguridad que tengo en mí misma y en todas mis debilidades; o la sonrisa que pongo cuando voy a verte.
Que me encanta cuidarme y tratarme bien (y me gusta cuidar y tratar muy bien a los demás). Que cada vez tengo más control sobre la fiera que nace dentro cuando algo me indigna o me parece injusto y que estoy orgullosa de mis principios y valores.
Ni lo mucho que disfruto cuando escribo o fotografío. Que ya no me avergüenza si a veces susurro lo que pienso mientras camino. Que hay días que puedo ser insoportable cuando me irrito pero que gana siempre esa maldita dulzura mía que es exactamente igual que la tuya.
Ahora es cuando me besas la palma de las manos y me atrevo a decirte que bendigo el momento que me enamoré de ti. De todo lo visible y lo que intuyo.
Y, sí, nunca veré un amanecer tan hermoso como Tú.
Un enorme abrazo a tu madre y mil gracias por haberte traído a este mundo. Gracias a ti por saber juntar las palabras de tal manera que me hacen llorar. Eres enormemente profunda y tienes un talento innato. Mucho éxito, Emilia.
Precioso. Me ha gustado. Esa timidez repentina y efímera de la que hablas es algo innato al ser humano, especialmente cuando estás frente a la persona a la que amas, cuando te diriges a ella con ansias y sin embargo no sabes qué decirle. Pero más me ha gustado como describes tu personalidad: fría y distante, por el transcurso del tiempo; cómo te has pulido: tu seguridad, tu sonrisa, tu control y tus principios y tus valores. Ánimo. Seguiré leyendo…
Tomás Albero.